La artista presenta esta noche su primer trabajo discográfico, de nombre homónimo y con el que emprende un viaje desde el flamenco ortodoxo al más vanguardista, en el Gran Teatro de Huelva (21:00)
Hija de emigrantes onubenses en Alemania, regresó a su Rociana natal con sólo dos años. La afición al flamenco va en la sangre de toda su familia. Su talento (enorme como sus profundos ojos negros), reconocido por los más grandes -Arcángel, Miguel Poveda, Carmen Linares, José Mercé-, da ahora el salto de las peñas a los escenarios.
-Es el primer miembro de su familia que se dedica profesionalmente al flamenco.
-Sí, aunque siempre ha habido grandes aficionados. Mi abuelo era de Utrera (Sevilla) y por ahí nos viene la sangre flamenca. Mi padre siempre ha sido muy aficionado, desde muy pequeña me llevaba a las peñas porque veía inquietudes en mí, y no dejó que el tiempo las echara a perder.
-¿Cuándo comenzó a cantar?
-Dice mi padre que cuando todavía no tenía uso de razón él se ponía a cantar y yo le seguía, balbuceando las palabras.
-Imagino que no ha olvidado la primera vez que subió a un escenario.
-Tendría seis o siete años. Fue en mi pueblo, en una velá que se le hace a la Patrona. Luego se celebró el concurso infantil que organiza la peña flamenca de La Orden, en Huelva, y tuve la suerte de ganar dos veces el primer premio.
-Regina, una pequeña de siete añitos, unió su voz ni más ni menos que a la de José Domínguez El Cabrero. ¿Cómo recuerda esa experiencia?
-Fue en un concurso de cante que se celebró en el casino de Tharsis. Gané el primer premio y el jurado me permitió cantar con él. Es una experiencia muy bonita, de ésas que se quedan en la retina para siempre. A la gente le gustó mucho y es un recuerdo muy hermoso.
-¿En qué espejos se miraba entonces la niña que jugaba a ser artista?
-Sobre todo en mi padre. Yo escuchaba mucho flamenco, pero no sabía ni quiénes eran los artistas.
-Y ahora, ¿quiénes son sus referentes?
-Me encanta Pastora Pavón, su hermano Tomás. Si hablamos de los actuales, me quedo con Carmen Linares. Camarón es de otro mundo, un adelantado a su tiempo. Enrique Morente también es una persona muy culta en el arte flamenco. Lo sé sobre todo porque la persona que suele acompañarme a la guitarra, Paco Cortés, estuvo muchos años con él.
-Ha ganado muchos galardones de cante, pero cuál ha tenido un sabor más especial.
-Me quedo con dos: el primer premio infantil que logré en la peña flamenca de La Orden y, ya de mayor, el primer premio que gané en el certamen de fandangos Paco Toronjo, en Alosno.
-En qué momento decide que es al flamenco a lo que quiere dedicarse en la vida.
-En la adolescencia yo dejé de lado mi afición. Tuve mi novio, me casé, lo tenía todo, era feliz... Pero me sentía frustrada, me faltaba algo. Una noche, acudí en la Casa Colón a la celebración del 25 aniversario del concurso de la peña flamenca de La Orden y se le entregó un obsequio a todos los primeros premios de esas ediciones.
-Ahí le volvió a picar el gusanillo.
-Claro. Luego nos fuimos a la peña, uno cantaba una cosa, otro otra. Yo llevaba años sin cantar, pero sentí que eso era lo que yo quería. Empecé a cantar y no quería parar.
-Y se puso a estudiar flamenco.
-Pedí una beca de estudios en la Fundación Cristina Hereen. Me la concedieron, estuve dos años allí y, desde entonces, llevo tres años metida en esta parafernalia.
-¿Qué le ha reportado ese aprendizaje?
-Muchas cosas buenas: cantar a diario con una guitarra al lado, aprender al teoría del flamenco, etcétera. Todo ha sido positivo.
-¿Coincidió en la esa escuela de arte flamenco con las cantaoras onubenses Argentina y Rocío Márquez?
-Sí, sí, éramos compañeras, además estábamos las tres juntas en la misma clase.
-¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
-Es que para mí no es un trabajo, tampoco una simple afición. Es algo que disfruto, me apasiona este mundo. Cuanto más canto, más quiero cantar. Estoy muy contenta porque estoy haciendo lo que más me gusta y eso no puede decirlo todo el mundo.
-¿A qué se dedicaba antes?
-Trabajaba en una oficina como secretaria, me casé, tuve dos hijos y luego decidí pedir la beca.
-Ahora llega con su primer trabajo discográfico bajo el brazo. ¿Qué va a encontrar el público en este álbum?
-Mucha frescura, mucho flamenco, mucha ilusión y ganas, con mayúsculas.
-Vascula entre el flamenco más ortodoxo al más vanguardista.
-Hay de todo un poco, desde seguiriyas a granaínas, fandangos de Huelva, alegrías, guajiras, cantes de trilla. Un abanico bastante amplio de palos.
-¿Qué espera de los espectadores que asistirán esta noche a la presentación de su primer trabajo en el Gran Teatro de Huelva?
-Que vaya con las mismas ganas con las que voy a ir yo. Me voy a entregar en cuerpo y alma haciendo lo que yo sé hacer.
Fuente: Huelva Información (09 de Octubre, 2009)
Hija de emigrantes onubenses en Alemania, regresó a su Rociana natal con sólo dos años. La afición al flamenco va en la sangre de toda su familia. Su talento (enorme como sus profundos ojos negros), reconocido por los más grandes -Arcángel, Miguel Poveda, Carmen Linares, José Mercé-, da ahora el salto de las peñas a los escenarios.
-Es el primer miembro de su familia que se dedica profesionalmente al flamenco.
-Sí, aunque siempre ha habido grandes aficionados. Mi abuelo era de Utrera (Sevilla) y por ahí nos viene la sangre flamenca. Mi padre siempre ha sido muy aficionado, desde muy pequeña me llevaba a las peñas porque veía inquietudes en mí, y no dejó que el tiempo las echara a perder.
-¿Cuándo comenzó a cantar?
-Dice mi padre que cuando todavía no tenía uso de razón él se ponía a cantar y yo le seguía, balbuceando las palabras.
-Imagino que no ha olvidado la primera vez que subió a un escenario.
-Tendría seis o siete años. Fue en mi pueblo, en una velá que se le hace a la Patrona. Luego se celebró el concurso infantil que organiza la peña flamenca de La Orden, en Huelva, y tuve la suerte de ganar dos veces el primer premio.
-Regina, una pequeña de siete añitos, unió su voz ni más ni menos que a la de José Domínguez El Cabrero. ¿Cómo recuerda esa experiencia?
-Fue en un concurso de cante que se celebró en el casino de Tharsis. Gané el primer premio y el jurado me permitió cantar con él. Es una experiencia muy bonita, de ésas que se quedan en la retina para siempre. A la gente le gustó mucho y es un recuerdo muy hermoso.
-¿En qué espejos se miraba entonces la niña que jugaba a ser artista?
-Sobre todo en mi padre. Yo escuchaba mucho flamenco, pero no sabía ni quiénes eran los artistas.
-Y ahora, ¿quiénes son sus referentes?
-Me encanta Pastora Pavón, su hermano Tomás. Si hablamos de los actuales, me quedo con Carmen Linares. Camarón es de otro mundo, un adelantado a su tiempo. Enrique Morente también es una persona muy culta en el arte flamenco. Lo sé sobre todo porque la persona que suele acompañarme a la guitarra, Paco Cortés, estuvo muchos años con él.
-Ha ganado muchos galardones de cante, pero cuál ha tenido un sabor más especial.
-Me quedo con dos: el primer premio infantil que logré en la peña flamenca de La Orden y, ya de mayor, el primer premio que gané en el certamen de fandangos Paco Toronjo, en Alosno.
-En qué momento decide que es al flamenco a lo que quiere dedicarse en la vida.
-En la adolescencia yo dejé de lado mi afición. Tuve mi novio, me casé, lo tenía todo, era feliz... Pero me sentía frustrada, me faltaba algo. Una noche, acudí en la Casa Colón a la celebración del 25 aniversario del concurso de la peña flamenca de La Orden y se le entregó un obsequio a todos los primeros premios de esas ediciones.
-Ahí le volvió a picar el gusanillo.
-Claro. Luego nos fuimos a la peña, uno cantaba una cosa, otro otra. Yo llevaba años sin cantar, pero sentí que eso era lo que yo quería. Empecé a cantar y no quería parar.
-Y se puso a estudiar flamenco.
-Pedí una beca de estudios en la Fundación Cristina Hereen. Me la concedieron, estuve dos años allí y, desde entonces, llevo tres años metida en esta parafernalia.
-¿Qué le ha reportado ese aprendizaje?
-Muchas cosas buenas: cantar a diario con una guitarra al lado, aprender al teoría del flamenco, etcétera. Todo ha sido positivo.
-¿Coincidió en la esa escuela de arte flamenco con las cantaoras onubenses Argentina y Rocío Márquez?
-Sí, sí, éramos compañeras, además estábamos las tres juntas en la misma clase.
-¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
-Es que para mí no es un trabajo, tampoco una simple afición. Es algo que disfruto, me apasiona este mundo. Cuanto más canto, más quiero cantar. Estoy muy contenta porque estoy haciendo lo que más me gusta y eso no puede decirlo todo el mundo.
-¿A qué se dedicaba antes?
-Trabajaba en una oficina como secretaria, me casé, tuve dos hijos y luego decidí pedir la beca.
-Ahora llega con su primer trabajo discográfico bajo el brazo. ¿Qué va a encontrar el público en este álbum?
-Mucha frescura, mucho flamenco, mucha ilusión y ganas, con mayúsculas.
-Vascula entre el flamenco más ortodoxo al más vanguardista.
-Hay de todo un poco, desde seguiriyas a granaínas, fandangos de Huelva, alegrías, guajiras, cantes de trilla. Un abanico bastante amplio de palos.
-¿Qué espera de los espectadores que asistirán esta noche a la presentación de su primer trabajo en el Gran Teatro de Huelva?
-Que vaya con las mismas ganas con las que voy a ir yo. Me voy a entregar en cuerpo y alma haciendo lo que yo sé hacer.
Fuente: Huelva Información (09 de Octubre, 2009)
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