viernes, 10 de octubre de 2008

Viticultores de la vieja escuela


Agricultores de Rociana se aferran a la tradición artesanal por el placer de engendrar un buen vinol a la vieja usanza La laboriosa producción artesanal impregna de matices a los caldos conviertiéndolos en algo único.

Hace apenas un siglo Rociana contaba con más de 100 lagares diseminados por su núcleo urbano, escenarios en los que de formar artesanal se alumbraban los excelsos caldos por los que posteriormente sería conocida la población. Hoy estos templos vitivinícolas y las herramientas utilizadas en este alumbramiento han quedado limitados a los anales de la memoria y, junto a ellos, esa la laboriosa producción artesanal que impregnaba de matices a un caldo y lo convertían en algo único.
Hoy los enólogos de bodegas y Cooperativas han logrado cuidar, mimar y controlar cada proceso evolutivo desde que la uva es descargada por el agricultor hasta que el tesoro blanco es depositado en la botella que le vestirá para su futura comercialización. Pero el modelo antiguo ejecutado al amparo de manos expertas logra que los caldos posean un plus de calidad, que permite lograr un excelso buqué y un cuerpo único cuyo colofón es el éxtasis para nuestro paladar. Por suerte en Rociana aun existen agricultores como Juan Antonio Sánchez que perpetúan esta tradición por el simple y mero placer de engendrar un buen vino, cuyo privilegio de sabor sólo tienen oportunidad de probar sus más allegados, debido a que este tesoro líquido no se comercializa, ya que ciertamente no sería rentable por el número de horas invertidas en su elaboración.
De esta manera y repitiendo el proceso de antaño Sánchez realiza la vendimia en el campo, concretamente 1.500 kilos de uva de vides de las variedades palomino y superior. Una vez en la bodega el primer paso es desinfectar el suelo por donde ha de circular el caldo que escurran las vides y que da a parar al lagal. El tractor se pone junto a la destrozadora y mediante la bierga se va vertiendo la uva sobre la destrozadora que maneja otro agricultor. En el vientre de la maquina manual se rompe los hollejos para que expulse el mosto, al tiempo que se provoca la siembra de las levaduras que albergan en la piel de la fruta, permitiendo la aireación de la misma. En este proceso se obtiene un primer mosto y una pasta de uva. El producto resultante pasa a la fase de prensado mediante el husillo, bajo el que se colocan los capachos de esparto en los que se vierte una generosa capa de esta pasta, sobre la cual se coloca otro capacho que es anudado con cuerdas para evitar que durante el prensado la vid sea expulsada por los laterales. Un proceso que se repite ubicándose unos sobre otros hasta la altura del torno que hará presión sobre la hilera de capachos y le robará el caldo a la uva.
En busca de la calidad Sánchez almacena el mosto obtenido en barricas de roble americano que en la bodega mantendrá la temperatura estable que demanda los caldos en espera de que se produzca la pertinente fermentación, un periodo que suele oscilar entre los 25 y 30 días. En este mágico proceso los azucares se convierten en alcohol. Después se produce el trasiego, cuya misión radica en separar de este vino todos los residuos sólidos que se han formado en el fondo del recipiente.Un delicado proceso que tiene su culmen con un vino de primera calidad en un proceso cuyo ritual es patrimonio de los pueblos vitivinícolas.

Fuente: Huelva Información (10 de Octubre, 2008)

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