El regreso de los inmigrantes a sus países de origen deja numerosas viviendas vacías · El retraso de la campaña fresera dispara la morosidad en los alquileres, lo que lleva a l os propietarios a querer vender
La crisis económica y de empleo en la que se encuentra inmersa la provincia de Huelva ha provocado un importante éxodo de inmigrantes hacia sus países de origen, contribuyendo a aumentar de forma exponencial el parque de viviendas vacías y desplomado, aún más si cabe, un casi inexistente mercado inmobiliario.
Buena culpa de esta nueva realidad social se encuentra en el regreso de los trabajadores autóctonos a las tareas agrícolas, así como la ausencia de otros yacimientos de empleo para la mano de obra extranjera que puedan amortiguar el reguero de desempleados que la construcción y la crisis han dejado a su paso.
Ante esta falta de perspectivas muchos han optado por recoger la maleta y regresar, mientras que aquellos que continúan confiando en que amaine el temporal no han tenido más remedio que tomar otras opciones como compartir piso o incluso dejar de hacer frente al alquiler, dado que muchos no han trabajado más de 20 días en los dos últimos meses. Este cúmulo de circunstancias ha provocado un aumento del parque de viviendas vacías, mientras que muchos propietarios han tenido que replanteen la opción de la venta.
Traducido en cifras las estimaciones extraoficiales hablan de que los precios del alquiler han bajado en torno a un 25% en municipios como Almonte, Lucena, Rociana o Bonares, en donde residía un gran número de ciudadanos extranjeros. Sólo en Niebla, donde no tienen una dependencia tan pronunciada de la agricultura y, por tanto, en el último lustro no tuvo un crecimiento demográfico tan acusado, esta nueva realidad social ha pasado de soslayo.
Huelga decir que el boom de la construcción es el culpable de este panorama. Durante la última década muchos ciudadanos creyeron encontrar en el ladrillo el mejor escenario para su inversión, no sólo por la incombustible revalorización experimentada en la última década, si no porque podía alquilarlos y retarles más que otras opciones financieras, tales como un plazo fijo o invirtiendo en bolsa, todo ello con la supuesta seguridad que brindan los denominados bienes tangibles.
Este aumento de la demanda vino acompañado en el Condado del consabido incremento de la vivienda y, en paralelo, del alquiler, que en muchos casos se situaba al mismo nivel que la hipoteca. La filosofía era esta: "compro una vivienda y la renta me paga la hipoteca".
El problema es que la imposibilidad de encontrar un empleo, unido al retraso en el inicio de la campaña fresera ha disparado de forma exponencial la morosidad, que a su vez ha puesto contra la espada y la pared a propietarios que, sin los recursos del alquiler, no pueden hacer frente al pago de la vivienda, lo que les ha empujado a vender.
Ello tiene como resultado que, a día de hoy, el parque de viviendas puestas en el mercado de la comarca del Condado se haya disparado y todo ello después de que las promociones de nuevas viviendas se encuentran paralizadas. Sólo Rociana existen más de un centenar de inmuebles de nueva construcción que no encuentran comprador, mientras que medio centenar de VPO se encuentran paralizadas a un 80% de su terminación, todo por falta de oferta.
La situación no dista de la que padecen municipios del entorno. El alcalde de Bonares Juan Antonio García confirma que "en los últimos dos años en el municipio no se ha iniciado ninguna nueva promoción de viviendas", situación extrapolable a cualquier nueva edificación. El edil socialista afirma con contundencia que "el parón es total", si bien matiza que "gracias a la rehabilitación de viviendas autonómicas existe alguna actividad en el sector de la construcción".
En Almonte las inmobiliarias hace tiempo que declinaron entrar en el mercado del alquiler. En primera instancia relatan que los problemas que causan son mayores a los beneficios, principalmente por los conflictos que surgen entre el casero y el arrendatario. A ello cabe sumar la competencia desleal de personas que ejercen las labores de intermediación y que, incluso, se encargan de lo que se denominan viviendas pateras, que se alquilan por habitaciones.
Algunos promotores consultados por este periódico estiman que, con la actual situación, hasta dentro de tres años no comenzarán a construirse nuevas promociones de viviendas. Esto no quiere decir, matizan, que superado este tiempo podamos revivir el boom de anteriores épocas, ya que será necesario casar la oferta a la demanda real de personas para vivir en ella y no en función de la aritmética especuladora. No obstante, estas mismas fuentes matizan que la recuperación del sector en los municipios de interior será "menos dramática", principalmente porque la vivienda tiene un carácter de emancipación y la gente, aunque quizás en menor medida por las dificultades de encontrar un empleo estable, seguirá adquiriendo el producto. Más difícil será encajar la segunda residencia que pasará a ser poco menos que un lujo y es infinitamente más sensible a la prosperidad económica de un país.
Algo similar opina Rafael Padilla, gerente de la inmobiliaria CNI en Rociana del Condado, quien comparte el diagnostico de que la recuperación será "larga" y que es necesario que el mercado se filtre y sólo queden los auténticos profesionales del sector". Con respecto al alquiler el empresario enfatiza que los precios se desbordaron y alcanzaron cotas impensables para una comarca eminentemente agrícola y cuyos sueldos a la larga impedían afrontar esos alquileres.
En las viviendas alquiladas por los inmigrantes suelen residir una media de dos familias o, en su defecto, un matrimonio donde trabajasen dos personas, a fin de destinar uno de los sueldos para pagar al alquiler, luz, agua gas y teléfono. Las mujeres trabajaban, de media, entre 60 y 150 días anuales, bien en la recogida de fresas, naranja o aceitunas, mientras que el resto del año cobraban el PER o generaban ingresos extras limpiando en casas o cuidando a personas dependientes. A su vez el hombre contaba hasta hace algunos años con un abanico mucho más amplio para el trabajo, desde la construcción, pasando por la carpintería, la pintura, o el sector servicios. Sólo con el ingreso de dos nóminas podían pagar alquileres que rondaban los 450 y 500 euros por una vivienda de tres habitaciones, el resto se veían obligados a compartir piso.
Fuente: Huelva Información (05 de Abril, 2010)
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